La
Economía de la revolución sexual
Parte
2,
por Raúl Vergara Arias @Rau1Vergara
En
el artículo anterior vimos cómo durante la mayor parte de la historia, el sexo
era físicamente inseparable de la reproducción y generalmente ocurría sólo
dentro del matrimonio. Sin embargo, durante la década de 1960 se desató una
serie de cambios importantes en la forma en que los occidentales comunes viven
la sexualidad, lo cual fue acompañado por una importante transformación de la
cultura y los valores, dando pie a un proceso conocido como la Revolución
Sexual. En este espacio exploraremos algunas de las explicaciones que ofrece la
Economía sobre las causas y consecuencias de dicho fenómeno.
Comencemos
recordando que en la coyuntura de mediados del siglo XX se juntaron varios
factores que hicieron posible que la sexualidad se viviera de una forma mucho
más casual. Por un lado se descubrió que la penicilina era una cura eficaz para
la sífilis, por siglos la enfermedad de transmisión sexual más letal. Al mismo
tiempo, se estaban inventando toda una serie de electrodomésticos que
permitieron que las tareas del hogar pudieran realizarse más rápida y
fácilmente, una vez que antaño eran necesarias varias horas. Aunado a ello, fue
el momento en que la economía basada en los servicios se volvió prevalente en
los países desarrollados. Esto hizo que la fuerza física se volviera irrelevante en la mayoría
de los trabajos, mientras que la educación se convirtió en un determinante
clave para el éxito profesional de las personas.
Los
avances en las tecnologías domésticas, así como los cambios del mundo laboral
contribuyeron para cambiar el rol de las mujeres en la sociedad; permitiéndoles
tener mayor independencia financiera. Esto hizo que los beneficios esperables
del matrimonio fueran menores para la mujer promedio (era factible valerse por
sí mismas), y que el costo de oportunidad de tener hijos se disparara
(actualmente se calcula que por cada año que una mujer pospone la maternidad,
sus ingresos a lo largo de la vida aumentan en un 10%). Al mismo tiempo, el
valor de la educación superior aumentó para ambos sexos, por lo que el número
de jóvenes que fue a la universidad creció de manera importante en los 60 y 70,
lo cual trajo sus propias consecuencias: por un lado la opción de casarse joven
se volvió menos atractiva (para no afectar los estudios) y por otro, millones
de jóvenes de ambos sexos años salieron de casas de sus padres para vivir en
comunidades universitarias sin deseo alguno de contraer nupcias pronto. Las
implicaciones son obvias.
Por
si todo lo anterior fuera poco, el terreno fértil para la Revolución también
fue preparado por un factor demográfico importante. En Estados Unidos y Europa
Occidental, donde se gestó la Revolución Sexual que estamos analizando, la tasa
de natalidad fue sumamente baja durante los difíciles años de la Gran Depresión
y la Segunda Guerra Mundial. No obstante, después de 1945 comenzó el Baby Boom de la postguerra, donde la
cantidad de bebés que nacieron fue mucho más alta que en los años anteriores.
Ahora bien, existe una gran cantidad de estudios (y lo podemos corroborar en la
vida cotidiana) que indican que las mujeres suelen preferir salir con hombres
unos cuantos años más grandes que ellas. Lo que sucedió hacia fines de los 60
fue que había una gran cantidad de mujeres veinteañeras en relación con los
hombres ligeramente mayores. En términos económicos, hubo un “exceso de
demanda” de hombres, lo que a su vez les dio un mayor poder de negociación en
las relaciones, pues tenían mucho de donde escoger. Si tomamos en cuenta que
los hombres suelen dar una mayor valoración al sexo casual que las mujeres, vemos
cómo la competencia que este accidente demográfico generó entre las mujeres
pudo contribuir para que el sexo no necesariamente formara parte de una
relación comprometida.
Finalmente,
para que pudiera acontecer la Revolución Sexual con la fuerza que tuvo, era de
suma importancia que existiera un método confiable que permitiera controlar la
reproducción, permitiendo separar a voluntad el sexo de la procreación. Durante
siglos, el miedo al embarazo había sido el anticonceptivo más importante, sin
embargo a principios de los 60 apareció la píldora anticonceptiva, que vino a
incendiar el terreno que se había preparado por todos los factores antes
descritos. Su importancia es tan grande porque a diferencia de los demás medios
de control de la natalidad, éste está completamente en poder de la mujer, lo
que la volvió muy relevante en un contexto de integración del sexo femenino a
la vida laboral y a la educación superior. Al mismo tiempo, el uso del condón
no se extendió sino hasta la aparición del SIDA en los 80. Es plausible creer
que la vivencia de la sexualidad se habría relajado aún sin la existencia de la
píldora, no obstante, el análisis económico apunta en gran medida a que para el
“costo” del sexo bajara lo suficiente como para dar pie a una Revolución, era
necesaria la existencia de tecnologías que hicieran que la posibilidad de
embarazo fuera completamente voluntaria.
En
la Parte 3 del artículo exploraremos más sobre las consecuencias de la
Revolución Sexual.
Bibliografía
Akerlof,
George A. (1998), "Men Without Children", Economic Journal
Akerloff, G.
(1996). Why kids have kids. Slate Magazine.
The
Austin Institute for the Study of Family and Culture. (2014). The Economics of
sex. The Austin Institute.
Becker,
Gary S., and Richard A. Posner. Uncommon Sense: Economic Insights, from
Marriage to Terrorism. Chicago:
U of Chicago, 2009. Print.
Economía
5º Semestre
Twitter:@Rau1Vergara
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