lunes, 30 de enero de 2012

Conclusiones de un semestre en el extranjero, por: Anahí Sosa

Lugar: Sur de Italia
Fecha: Enero 30, 2012


Después de haber contribuido con algunos artículos acerca de los negocios, la cultura, y la vida en general desde Europa, me pareció que lo mejor para darle un final a la narración de esta experiencia era dar mi conclusión personal. Y es que se habla mucho, sobretodo hoy en día, de las experiencias internacionales, los intercambios y los acercamientos multiculturales, pero ¿cuál es su verdadera importancia?

Conozco más de una docena de personas que se aterran con la simple idea de irse a probar la vida en otro país. En mi opinión, una causa de esto puede ser algo a lo que llamamos “zona de confort”. En otras palabras: tengo aquí a mis amigos, familia, casa, trabajo… ¿para qué salir de esta ciudad? Esto no se trata de una labor de convencimiento, simplemente me propongo plantear algunas de las razones que hacen de esta experiencia una de las más ricas de todas.

Sí, leíste bien, una de las experiencias más ricas de todas. El viajar es ya toda una experiencia, dicen por ahí que una persona se va de viaje y otra regresa, hay tantas vidas como personas conozcas y tantos mundos como lugares visites y es eso lo que te da la mayor riqueza. Ahora, imagina extender este viaje por meses o por años para transformarlo en una gran parte de tu vida, en algo que seguramente te dejará marcado.

Cuando nos vamos a vivir a otro país tenemos que lidiar con mil y tres dificultades. Nos encontramos con retos que van desde: cambiar tu rutina para adaptarte a una nueva forma de vida, desarrollar tu capacidad de crear empatía con otras culturas, aprender a respetar las diferentes formas de pensamiento y de vida que existen en el mundo, superarte al aprender nuevas formas de comunicación o un nuevo idioma en su caso, ser responsable de la infinidad de decisiones que tienes en tus manos, aprender a planificar y a organizarte, a administrar tu dinero, y así podría nombrar un sinfín de dificultades más. Pero probablemente el mayor reto de todos sea el estar dispuestos a rencontrarnos y a conocernos mejor a nosotros mismos.

Quiero aclarar que personalmente aborrezco la tan trillada frase “encontrarse a sí mismo”, porque aunque se le pueden dar diferentes matices , generalmente hace referencia a un descubrimiento mágico donde súbitamente todo lo que estaba de cabeza y todo lo que no entendíamos, esta donde debería de estar, somos felices para siempre y colorín colorado este cuento se ha acabado. ¡Rewind!… no, irse a vivir a otra parte del mundo no te resuelve todos tus problemas, es más, puede ser que hasta termines confundiéndote más. Seguramente parecerá que hasta este punto lo que digo es contradictorio pero en realidad no lo es.

Podría resumir lo que estoy a punto de decir en una frase: Un viaje tan largo te pone en la posición de buscar tu identidad por contraste. Por un lado, cambiamos algunas conductas y nos adaptamos a muchas costumbres del país en que nos encontramos que terminan agradándonos. Por otro lado, reafirmamos aún más aquello en lo que de verdad creemos y apreciamos el triple a muchas de las cosas y personas que tenemos en nuestra vida. Eso es precisamente a lo que llamo una “flexibilidad inteligente”: tener la mente abierta para poder tomar aquello que nos enriquece como personas y también para fortalecer todas esas cosas fruto de nuestra educación y de nuestra cultura, que puestas en contraste nos damos cuenta que no queremos renunciar a ellas. Es esto lo que hace el verdadero balance final de nuestras experiencias en el extranjero.

Así como las dificultades de un nuevo país, un nuevo idioma y de una cultura diferente se hacen presentes desde la primera semana de nuestra llegada, las ganancias también se hacen notar enseguida. Es un hecho que todo el aprendizaje va siendo mucho más significativo con el paso del tiempo o en su defecto, cuando al fin regresamos a nuestro país de origen.

No puedo acabar este artículo sin mencionar al menos una décima parte de lo que se aprende cuando decidimos salir de esta “zona de confort” y nos aventuramos en el extranjero. Al viajar, la curiosidad se vuelve algo continuo porque todo es nuevo y quieres conocerlo, amplías de alguna manera tu visión del mundo, aprendes a aceptar y a entender a las diferentes culturas, te vuelves más consiente de lo que te gusta y de lo que no, consciente de tus pasiones en la vida. Adquieres un nuevo nivel de confianza en ti mismo al voltear atrás y ver todo lo que fuiste capaz de hacer y todo lo que lograste dejando a un lado las barreras. Al verte a ti mismo en un contexto totalmente nuevo entiendes mejor tu forma de ser y terminas por sincero contigo mismo acerca de tus relaciones con los demás. Aprendes a darle menos importancia a algunas cosas y mucha más a aquellas que realmente valen la pena.

Esto no significa que al irte, automáticamente terminarás recibiendo todo lo anterior, ni mucho menos que yo lo haya logrado todo. Pero lo cierto es que al platicar con personas que vivieron experiencias parecidas al dejar sus países por corto o largo tiempo, surge este sentimiento general acerca de las cosas que suceden. Otra cosa muy cierta es que al final te quedan unas ganas insaciables de recorrer cada rincón del mundo, de experimentar y de conocer cada vez más.

Y esto me lleva a una conclusión muy importante y a otro punto de partida. La conclusión: viajar es caro, se requiere de mucho dinero y sobre todo de mucho tiempo. El otro punto de partida: existe otra increíble manera de ampliar la mente, de recorrer el mundo y de llenarte de sabiduría a partir de las experiencias ajenas. El viaje se llama “lectura” y su transporte son los libros, pero esa… ya es otra historia.

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