miércoles, 21 de agosto de 2013

RINCÓN ECONÓMICO, por Raúl Vergara Arias

El miedo a la privatización
En estas últimas fechas el debate político en México se ha enfocado casi exclusivamente en la posibilidad de llevar a cabo una Reforma Energética de gran calado que reforme la Constitución para permitir una mayor participación privada en PEMEX. Sin embargo, detrás de estas discusiones ronda un fantasma que espanta hasta a los más férreos defensores de la modernización de la industria petrolera. Este es por supuesto el fantasma de la privatización, que se ha vuelto el arma más fuerte de los detractores del cambio y el peor enemigo de quienes impulsan la reforma.
En nuestro país toda la cuestión petrolera es sacrosanta. Tal como han puesto en evidencia los recientes spots publicitarios del gobierno que promueven la iniciativa presidencial de Reforma Energética, en los cuales se busca tranquilizar al pueblo diciendo que todo el texto quedará “como Lázaro Cárdenas lo dejó”, como si no fuera absurdo promover una “modernización” diciendo que se dejará tal y como se redactó hace 75 años. Claro que este sinsentido se justifica recordando que el General Cárdenas también es una vaca sagrada mexicana y que quien se atreve a criticarlo corre el riesgo de ser tachado de vendepatrias, traidor, enemigo de la patria, esclavo del imperio yanqui y demás improperios.
No obstante, más allá del patrioterismo barato en el que lamentablemente se han envuelto los esfuerzos por hacer a nuestro país más competitivo en materia de hidrocarburos, es un hecho que existen temores fundados sobre el privatizar los activos del estado. Y no porque el privatizar en sí sea negativo, sino porque el malestar institucional mexicano ha provocado que las privatizaciones que se han hecho no desembocaran en mayor competitividad y derrama económica, sino en que los mismos monopolios hayan permanecido iguales sólo que en otras manos, o en que las empresas en cuestión terminen, no en poder de aquellos mejor preparados para manejarlas sino que tras turbias negociaciones, acaben siendo vendidas a aquellos mejor conectados políticamente y por precios mucho menores a los que realmente valían. De modo que muchos mexicanos, no sin razón, terminaron rechazando la idea de privatizar.
Ahora bien, si queremos que México sea más competitivo internacionalmente y pueda atraer las inversiones necesarias, vamos a necesitar de una mucho mayor participación de los particulares en todos los sectores de la economía. Y para lograrlo se necesita romper con ese fantasma que paraliza a los involucrados en elaborar las reformas necesarias, sin embargo, para que lo anterior sea políticamente viable y económicamente benéfico habrá que sanear nuestro tejido institucional para blindar la inversión privada contra la corrupción y el compadrazgo, así como hacer los procesos de compra y venta de activos mucho más transparentes y abiertos al público. Tristemente, todo esto último es más difícil que simplemente cambiar las leyes, ¿podrá la clase política asumir el reto?

RINCÓN ECONÓMICO, por Raúl Vergara Arias
Economía – 3º Semestre
Twitter: @Rau1Vergara


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