martes, 24 de septiembre de 2013

RINCÓN ECONÓMICO, por Raúl Vergara Arias @Rau1Vergara

El impuesto al refresco: salud o recaudación

Como parte de la iniciativa de Reforma Fiscal se propone introducir un nuevo impuesto de $1 a cada litro de refresco que se venda en nuestro país. Esta medida fue impulsada en gran parte por asociaciones civiles como El Poder del Consumidor, quienes la promueven como una forma efectiva para combatir la obesidad, que se ha convertido en un importante problema de salud pública en México durante los últimos años. Según algunos datos, de aprobarse el gravamen, alrededor del 35% del precio de los refrescos consistiría en impuestos (IVA más el nuevo) y así se lograría disminuir en aproximadamente 20% el consumo de dichas bebidas, generando beneficios a la salud de los mexicanos.

Sin embargo, me parece bastante improbable que esta política sea realmente efectiva para disminuir el sobrepeso y los costos de salud que éste conlleva. En primer lugar porque estamos tratando con un problema multifactorial ya que las personas son obesas por una enorme cantidad de factores: influye el estilo de vida, la genética, el nivel socioeconómico, las costumbres familiares, la actividad física y la dieta, entre otras cuestiones. De modo que el impuesto propuesto es una “solución” sumamente limitada y maniquea. Dicho tributo no afecta más que la parte de la dieta y se enfoca a un único producto. Que si bien es sabido que las bebidas azucaradas no son saludables y que los mexicanos las consumen en grandes cantidades (alrededor de 160 litros anuales por persona), éstas solamente aportan el 5% de las calorías de la dieta promedio. Es un hecho que no son la única causa de obesidad y que el que se beba un 20% por ciento menos refresco no tendrá una repercusión notable en la disminución de los índices de sobrepeso si el resto de los hábitos alimenticios permanecen iguales.

Quienes defienden la medida argumentan que es necesario que el gobierno cobre este impuesto para hacer frente a los elevados costos de salud que genera la obesidad y las enfermedades causadas por ella, es decir, que los obesos paguen su tratamiento. No obstante, creo que hay dos problemas fundamentales en esta línea de argumentación. Por un lado, los refrescos son consumidos por casi todos los mexicanos, tengan o no sobrepeso, y no existe una correlación directa que indique que todos quienes ingieren este producto terminan padeciendo sobrepeso. De modo que el gravamen sería pagado en su mayoría por persones que no tienen problema alguno de obesidad. Y sobre todo, en la propuesta de Reforma Fiscal no se contempla la posibilidad de que los recursos recaudados por este tributo vayan a un fondo especial que nada más se utilice para la prevención y tratamiento del sobrepeso y los problemas que éste conlleva. Por lo tanto el dinero irá a dar a la misma bolsa que el resto de la recaudación nacional y en su mayoría será utilizado para cuestiones que nada tienen que ver con la atención de la salud.

Tampoco podemos dejar de lado los daños a la cadena productiva del país que el impuesto al refresco puede causar. La industria refresquera representa el 2.3% de la economía mexicana y genera una enorme cantidad de empleos. Según datos de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC), la disminución de 20% en las ventas de refresco podría provocar la pérdida de 81 mil empleos y perjudicar a miles de pequeños negocios que comercializan las gaseosas. Lo anterior puede ser un costo muy alto que pagar a cambio de disminuir la ingesta calórica diaria por persona en 35 calorías (1%).

Por todo lo anterior, me parece que en realidad el impuesto a los refrescos no se impulsa como una medida seria para mejorar la salud de los mexicanos, sino nada más como una forma de que el estado recaude más recursos. Este es un gravamen que cuenta con más popularidad que la mayoría de los demás tributos, en gran parte porque se ha etiquetado como una medida de salud pública. Así que el gobierno ha encontrado en dicha propuesta una forma políticamente correcta de llevar más recursos a sus arcas y es precisamente así como debemos ver y analizar al famoso “impuesto al chesco”.

Bibliografía

  1. El Universal. Nacional. Obtenido el 19 de septiembre del 2013, desde: “http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2013/rechazan-impuesto-a-refrescos-950074.html”.
  2. CNN Expansión. Economía. Obtenido el 20 de septiembre del 2013, desde: “http://www.cnnexpansion.com/economia/2013/08/27/impuesto-a-refresco-bueno-vs-obesidad”.





    Raúl Vergara Arias
    Economía
    3º Semestre
    Twitter: @Rau1Vergara

2 comentarios:

  1. Estoy en total desacuerdo con tu postura Raúl.
    Saludos

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  2. Estoy completamente de acuerdo con tu argumentación, el problema de la obesidad no se resuelve con señalar un solo producto, si los refrescos desaparecieran hoy de la faz de la tierra, la obesidad no desaparece, la inactividad física, comer fuera de casa, no compartir la mesa familiar, el costo de alimentos saludables como el pescado, la falta de educación nutricional, el consumo a edades muy tempranas de alcohol, etc. hacen de esto un problema tan como complejo, como lo es también a donde van a parar esos impuestos, como podemos asegurar que se emplean para la atención a la salud. Gracias Raúl por tu interesante reflexión del tema.

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