miércoles, 20 de marzo de 2013

En la viña alemana, por Mercedes Larrinaga

Lugar: Oestrich-Winkel, Alemania
Fecha: Marzo 20, 2013



El fin de semana pasado hice otro pequeño viaje, fui a Luxemburgo y a Bruselas. El viernes temprano por la mañana unas amigas y yo tomamos el tren que nos llevó a Luxemburgo. Al llegar lo primero que hicimos fue ir a nuestro hostel a dejar el equipaje, y después salimos a dar un paseo. La ciudad es muy bonita, y está construida en diferentes niveles, esto me llamó mucho la atención porque no parece estar construida sobre una montaña, sin embargo todas las calles suben y bajan. El lugar es muy pequeño, en una tarde vimos básicamente lo más importante, los edificios y monumentos más famosos y caminamos por una especie de parque que está en el nivel más bajo de la ciudad, así que al mirar hacia arriba se veían todos los edificios, coches, etc.
A la mañana siguiente nos fuimos a Bruselas, tomamos el tren a las 8 de la mañana, así que tuvimos que madrugar otra vez. Llegamos y lo primero que hicimos fue entrar a una cafetería en el centro de la ciudad. Es un lugar muy bonito, tiene una arquitectura muy diferente a la de Alemania y de Luxemburgo, lo malo es que estuvo nublado y lloviznando los días que estuvimos, y eso no nos permitió apreciar tan bien el lugar.
Bruselas es famosa por su chocolate, papas fritas y waffles. Se veía a los turistas a todas horas comiendo un delicioso waffle o saboreando unas ricas papas “a la francesa” (que en realidad son belgas). El olor de los waffles en la calle nos hizo inevitable no comerlos, así que fuimos a una pequeña tienda. Yo pedí un waffle con plátano y chocolate, estuvo delicioso pero empalagador. El resto de la tarde fuimos de compras. El día siguiente desayunamos waffles, esta vez lo pedí con fresas y chocolate blanco, éste me gustó más que el otro porque no estaba tan dulce. Después fuimos a comprar souvenirs y en la tarde visitamos el famoso Atomium, que es una escultura gigante de un átomo. Ahí se pueden subir a las diferentes esferas que tiene, en la más alta hay un pequeño restaurante en el que comimos nuevamente un waffle, pero ahora traía helado, chocolate y crema batida.
 
En la noche fuimos a cenar a una calle que es famosa por que todos los restaurantes son de pescado, los meseros están afuera de sus locales ofreciendo bebidas gratis y menús a buen precio, pero en realidad todos ofrecían lo mismo al mismo precio. Al final nos decidimos por un restaurante donde había más gente, yo pedí unos camarones que no estaban malos pero tampoco excepcionales, y mis amigas pidieron cangrejo y langosta. Después fuimos a ver un lugar que es famoso por su pared de grafiti, que en mi opinión no es nada fuera de lo común, es algo que se puede ver en todas las calles de la ciudad de México.
El lunes por la mañana salía nuestro autobús de vuelta a Frankfurt, así que para las 3 de la tarde ya estábamos de vuelta en Oestrich, que nos recibió con una muy inesperada nevada.

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