Este artículo está dedicado a las reformas estructurales
que, desde el 2012 (ya que la Reforma Laboral se aprobó el 30 de noviembre de
ese año), fueron promulgadas con el propósito de generar nuevos fundamentos
económicos de solidez, así como fortalecer los factores de crecimiento ya
existentes. Entre sus objetivos principales, está el mejoramiento de la
productividad laboral, cuya tasa de crecimiento ha sido menor al promedio de la
OCDE durante la última década, siendo inclusive negativa en algunas ocasiones.
Esto debido a la deficiente penetración del capital y capacidad de
aprovechamiento junto con la negativa productividad multifactorial. Sin lugar a
dudas es un dato preocupante, pues en las últimas dos décadas, este elemento ha
sido esencial para el crecimiento de países en desarrollo.
Recordemos las principales reformas (sin algún orden
en específico): energética, telecomunicaciones, tributaria, financiera,
educativa y finalmente laboral. Cada una está construida y pensada con base a
las singulares necesidades de su sector, y por lo tanto tendrán un impacto
diferente. A la vez, dada su naturaleza, los resultados de los cambios que
ocasionen, se comenzarán a observar en diferentes momentos. Los analistas proyectaron
(o mejor dicho, especularon) que, mediante las reformas, el crecimiento del PIB
comenzaría a crecer a tasas mayores del 3%, dependiendo del soporte que se les
diera con las leyes secundarias. Es aquí donde surge la contradicción: si los
efectos de cada una de las reformas tendrá un efecto con temporalidad
diferente, ¿porqué anunciar que en menos de 3 años se alcanzará en su totalidad
el impacto esperado?
Pensar que con las circunstancias actuales, la
penetración de las reformas a sus diferentes sectores será completa en tan poco
tiempo, es una idea bastante irreal. Sin lugar a dudas, discutir sobre el fondo
y forma de las reformas (sobre todo de sus ambigüedades) así como argumentar
los probables resultados, es totalmente válido. Poner en la mesa la eficacia o
deficiencia que podrían llegar a tener en sus respectivas ramas, es necesario
para poder suscitar el escenario óptimo tanto económico como social. En
palabras de George Orwell, “si la libertad vale de algo, es por el derecho
que otorga de poder decirles a los demás lo que no desean oír.” Sin embargo,
criticar los resultados de los cambios estructurales en el tiempo que llevan en
vigor, e inclusive tomar decisiones a largo plazo basados en “el pobre”
desenlace que se ha observado en los últimos dos años, puede ser una decisión
muy costosa.
Está de más mencionar las variables macroeconómicas
que actualmente afectan tanto a la economía mexicana como la mundial, y que
frenan el propósito de las reformas. Pero hay otros factores que afectan la
penetración total que todo mundo ha estado esperando.
El más relevante dentro de la gama de componentes que
obstaculizan los cambios, es la rigidez del mercado laboral en nuestro país. Un
mercado laboral es rígido cuando existen circunstancias que frenan el
movimiento de empleados dentro de la o las industrias. Un gran ejemplo, son los
costos elevados de despido: a los empleadores, les cuesta mucho dinero sacar de
la empresa a empleados poco productivos e ineficientes para poder contratar
aquellos que sí realicen el trabajo de manera correcta. De hecho, la protección
como tal, genera incentivos perversos al trabajador, ya que debido al
conocimiento de los costos que implica su despido, su efectividad tiende a
reducirse. Partiendo del ejemplo anterior, se puede explicar que una de las
variables propuestas por el Banco Central Europeo para medir la rigidez
laboral, sea la tasa de desempleo (Fabiani, S., & Rodriguez-Palenzuela, D.
2001). Se puede observar que en México, en un período de 22 años, la tasa de
desempleo se ha mantenido relativamente estable a comparación de la
variabilidad de países como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos
(independientemente de que sea más alta o más baja).
La lógica detrás del porqué la rigidez laboral es una
traba al cambio es muy simple: las reformas laborales requieren una resignación
en el mercado laboral (para la colocación de los agentes económicos más
productivos y eficientes en los sectores que lo necesitan), siendo entonces
contraproducente en los países dónde esta resignación es deficiente debido a la
naturaleza del mercado. Existen estudios que demuestran que, tras reformas
económicas importantes, países con un mercado laboral rígido, tuvieron un ligero
decaimiento en la tasa de crecimiento, seguido de recuperaciones muy débiles
(Alvaro Forteza and Mart n Rama, 2006).
En nuestro país, la falta de movilidad laboral tiene
su nacimiento desde la revolución, alimentada aún mas por las reformas de la década
de los 80’s . Los sindicatos y la protección al trabajador, se convirtieron a
lo largo de ese período en un símbolo contra la “maldad capitalista”. Al ser un
problema socio económico, la complejidad de éste, genera disgusto por parte de
los trabajadores ante los intentos de cambiar el escenario, convirtiéndolo
también en una controversia política.
A pesar de la reforma laboral aprobada a finales del
2012 que reduce en un grado menor al esperado los costos de despido, es
imposible determinar la periodicidad con que la rigidez comenzará a disminuir
(y si ésta disminuirá lo suficiente). Hasta el momento en el que se observe un
mayor movilidad, la fluidez de los efectos de las demás reformas se comenzará a
ver.
Un ejemplo que podría servir para definir una
temporalidad concreta sería el caso de Chile (aunque utilizarlo como benchmark
es bastante aventurado). En la década de los 70’s generaron una serie de
reformas para el fortalecimiento de sus instituciones, así como para una
reestructuración económica. Pero no fue hasta la década de los 90’s, cuando los
demás países latinoamericanos como México, Argentina y Ecuador sufrieron crisis
importantes, que los resultados de las reformas en ese país dieron frutos. Y es
que es precisamente en esa década cuando la economía chilena tuvo tasas de
crecimiento mayores al 6%.
El hecho de disminuir la rigidez laboral no implica
abandonar los derechos del trabajador; se deben generar herramientas para el
desarrollo y especialización de las personas, con un buen diseño de seguro de
desempleo, para que así puedan cumplir sus objetivos de una manera digna. La
liberación de éste, debe venir acompañado con un proyecto cuya intención sea
mejorar la igualdad de oportunidades entre los jóvenes que se encuentran
estudiando (o que carecen de estudio) para que se puedan preparar de manera
igual.
En México, solemos ser muy impacientes. Sin embargo,
aún es muy temprano para poder medir el impacto de las reformas estructurales.
Aún falta poner énfasis en el desarrollo y fortalecimiento de las instituciones
para que cumplan sus funciones de manera ética, lo que se traduce en protección de los derecho de propiedad,
menores niveles de corrupción y burocracia, y un estado de derecho ejemplar
(Corbo, V., L. Hernández & F. Parro. 2005), para así mejorar la
productividad laboral y la eficacia de la implementación de las políticas
públicas para acelerar los procesos de crecimiento.
Bibliografía
Muñoz Ríos, P. (2014, March 4). La Jornada: La reforma
laboral, sin beneficios para los trabajadores: Académicos.
Fabiani, S., & Rodriguez-Palenzuela, D. (2001).
Model-based indicators of labour market rigidity. European Central Bank
Working Paper Series
OCDE (2012), Getting It Right. Una agenda estratégica para
las reformas en México, OECD Publishing.
Burki, S. J. & Perry, G. E. (1997) The Long March:
A Reform Agenda for Latin America and the Caribbean in the Next Decade The
World Bank , Washington, DC
Forteza, A., & Rama, M. (2006). Labor Market
‘Rigidity'and the Success of Economic Reforms Across More Than 100 Countries. The
Journal of Policy Reform, 9(1), 75-105.
Corbo V. & Vergara R. (1992). "Los
Determinantes del Crecimiento
Económico". El Trimestre Económico, Año 29, N 87,
Agosto, pp. 165-169.
Corbo, V., L. Hernández & F. Parro. 2005.
“Institutions, Economic Policies and Growth: Lessons from the Chilean
Experience”. Documento de Trabajo No 317, Banco Central de Chile.
Data | The World Bank. (n.d.). Retrieved January 24,
2015, from http://data.worldbank.org
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