El pasado 21, el día de la Fiesta Nacional de Bélgica (quizá una de las últimas que celebra el país), los carros de combate se preparaban para el desfile en los aledaños del Justus Lipsius, la sede del Consejo Europeo. En el interior del edificio se libraba ese mismo día otra batalla sin armas pero de la mayor trascendencia política y económica.
Los 17 líderes del euro forcejeaban para salvar el euro. La crisis griega que había estallado un año y medio, tras contagiar a Portugal e Irlanda, amenazaba ahora a dos pesos pesados de la zona euro: Italia y España son, respectivamente, la tercera y cuarta economías del area en la que rige la moneda única.
El pulso principal se centraba en la contribución de los bancos en el rescate de Grecia que tras el acuerdo finalmente alcanzado deberán aportar unos 50.000 millones hasta finales de 2014. Las posiciones eran muy firmes porque Alemania, la economía más potente de la zona euro, no estaba dispuesta a abandonar sus exigencias de que esta vez la banca debía pagar también y no sólo los contribuyentes.
Los 17 líderes del euro forcejeaban para salvar el euro. La crisis griega que había estallado un año y medio, tras contagiar a Portugal e Irlanda, amenazaba ahora a dos pesos pesados de la zona euro: Italia y España son, respectivamente, la tercera y cuarta economías del area en la que rige la moneda única.
El pulso principal se centraba en la contribución de los bancos en el rescate de Grecia que tras el acuerdo finalmente alcanzado deberán aportar unos 50.000 millones hasta finales de 2014. Las posiciones eran muy firmes porque Alemania, la economía más potente de la zona euro, no estaba dispuesta a abandonar sus exigencias de que esta vez la banca debía pagar también y no sólo los contribuyentes.
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