jueves, 21 de febrero de 2013

RINCÓN ECONÓMICO, por Raúl Vergara


Raúl Vergara Arias

Economía, 2do semestre



 

Los Sindicatos: Un estorbo para el desarrollo en el siglo XXI

A finales del siglo XIX, el sistema económico del mundo desarrollado llegó a un punto de inflexión muy importante. La Revolución Industrial había comenzado hacía casi 100 años y durante ese período la riqueza de las naciones industrializadas había crecido a un ritmo nunca antes visto en la historia. Sin embargo, las condiciones de trabajo en las fábricas (el sector servicios era insignificante) en muchas ocasiones eran inhumanas y quienes ahí laboraban no tenían los mínimos derechos o prestaciones. En ese contexto surgió el movimiento obrero y las organizaciones más emblemáticas del mismo: los sindicatos. Éstos lograron obtener importantes mejoras a la vida de los trabajadores y consiguieron otorgarles derechos fundamentales. Sin embargo, llegó el punto en el que tras haber conseguido las conquistas básicas, los sindicatos siguieron haciendo uso de su poder y privilegios para exigir concesiones cada vez más superfluas a sus agremiados, y así se han ido convirtiendo en paraísos para el nepotismo, además de un lastre para la productividad, el crecimiento e incluso la creación de empleos.

El principal problema de los sindicatos es que por naturaleza su objetivo es monopolizar la fuerza de trabajo en algún sector o industria, y al igual que en cualquier otro monopolio, esto trae problemas al desincentivar la competencia y elevar los costos. Sin embargo… si en este caso, al hablar de costos nos referimos a los salarios, entonces ¿el tener costos (sueldos) altos por encima de su nivel de mercado puede ser benéfico, no? Lamentablemente no, y quienes resultan más perjudicados son los desempleados que a pesar de estar dispuestos a trabajar por una menor paga, son forzados por la legislación laboral a conformarse con .00 de ingreso pues muchas veces no se puede contratar a quien no es miembro del sindicato. Lo anterior, por supuesto, genera desempleo y bajo crecimiento económico.

Tomemos el ejemplo del Rust Belt (cinturón de óxido) en el noreste de EEUU. Hace un siglo, era una de las zonas industriales más productivas y dinámicas del mundo. Sin embargo, poderosos sindicatos fueron subiendo cada vez más los costos de contratar personal hasta que llegó el punto en que las empresas huyeron del lugar, dejando tras de sí “pueblos fantasma” como la tristemente célebre ciudad de Detroit, una de las más inseguras del mundo.

Muchos sostienen que la culpa de dicha debacle reside en la globalización que favoreció la importación de mercancías más baratas de otros países, y ciertamente esto tuvo algo que ver. No obstante, ciudades en el llamado Sun Belt norteamericano como Dallas, Houston, Phoenix y Atlanta, cuyas leyes son menos benevolentes hacia los sindicatos, han prosperado en los últimos años atrayendo mucha de la inversión manufacturera que huyó de los altos costos del norte.

En México no existen tantas diferencias geográficas en cuestión sindical, mas no por eso carecemos de problemas en ese aspecto. En nuestro país el sector público se halla asfixiado por sindicatos corruptos e ineficientes que manejan a su antojo rubros tan importantes como el de educación pública y energía; además, consumen una gran parte del erario en sueldos para burócratas completamente prescindibles pero que son intocables gracias a la protección sindical.

Desafortunadamente para nosotros, en México el sindicalismo es todavía una vaca sagrada, una reliquia de la mítica “revolución mexicana” que no puede ser tocado sin generar un enorme revuelo en varios sectores de la sociedad (basta recordar el interminable conflicto con el SME). Sin embargo, la fuerza laboral de hoy es diferente, ahora vivimos en una economía basada en los servicios donde la mayoría de la gente jamás accederá a un sindicato pues ya no son realmente necesarios. Esto nos da la esperanza de que en un mediano plazo, estas instituciones obsoletas puedan ser reformadas, o aún mejor: desaparecer.

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