Sin duda la noticia económica que más ha sonado últimamente en los hogares mexicanos es la enorme alza en el precio del dólar. La divisa verde pasó de alrededor de 13 pesos en 2014 hasta 17.28 el pasado viernes 21 de agosto, lo cual ha generado nerviosismo entre mucha gente que inmediatamente asocia la depreciación del peso con una crisis económica. Este miedo a las devaluaciones está bien enraizado en la psique colectiva de nuestro país pues las dos mayores crisis internas en la historia reciente (1982 y 1994), tuvieron como protagonista grandes caídas en el valor del peso, pasando a la cultura popular ocasiones tales como cuando el entonces presidente López Portillo proclamó que “defendería el peso como un perro” o cuando en medio de la crisis del 94 se le borraron tres ceros a la moneda nacional.
No obstante, existen buenas razones para pensar que esta vez es diferente y que la fuerte alza en el dólar no es un augurio de que la economía mexicana esté al borde de la catástrofe. En primer lugar el peso ya no sigue un sistema de tipo de cambio fijo o de bandas de fluctuación como lo hacía en tiempos de las pasadas devaluaciones. En ese entonces el gobierno garantizaba que el dólar no pasaría de un cierto nivel de precio y debía destinar importantes cantidades de dinero e imponer rígidos controles cambiarios para mantener la paridad deseada, de modo que cuando la devaluación finalmente ocurría ésta se hacía por decreto una vez que las autoridades mexicanas habían agotado sus reservas internacionales y no podían detener la fuga de capitales. Además, al estar el tipo de cambio fijado por el gobierno, las personas y empresas contraían deudas en dólares sin considerar la posibilidad de que éstas pudieran aumentar al cambiar el valor del dólar, lo cual hacía que cuando finalmente el billete verde se encarecía, los efectos fueran potencialmente catastróficos, tal y como se vio en 1994-1995.
En cambio, en la actualidad el tipo de cambio entre peso y dólar se halla en un régimen de libre flotación, de modo que puede ajustarse a las variaciones en el mercado de forma más suave e indolora. Si bien el Banco de México participa subastando dólares para reducir las presiones a la alza de dicha moneda, éste no está obligado a hacerlo para mantener un nivel específico cueste lo que cueste (como sí lo estaba antes), sino que su intervención es meramente un paliativo para evitar movimientos demasiado bruscos en el valor del peso. Además, el banco central mexicano es mucho más sólido hoy de lo que era hace 20 años: durante ese tiempo ha acumulado masivas reservas en dólares que puede utilizar para apuntalar el valor del peso de ser necesario y a diferencia de la situación en el pasado, cuando los intereses políticos dictaban la política monetaria, hoy Banxico tiene autonomía del gobierno federal.
Además debemos tomar en cuenta que en esta ocasión no es sólo el peso el que se está depreciando, sino que el dólar está subiendo su valor contra la mayoría de las monedas del mundo. El peso mexicano ha bajado cerca de 30% con respecto al dólar en lo que va del año, lo cual es poco comparado con el rublo ruso (-76%), el peso colombiano (-56.3%), el real brasileño (-53.7), y la corona noruega (-31.7%). Mientras tanto, el euro, el yen, el dólar canadiense, entre otras monedas han perdido valor de modo similar a nuestro peso (entre 20% y 25%) durante este año. Esto implica que la baja en nuestra moneda nos ayuda también a mantener competitividad en las exportaciones, pues muchos de los países con los que competimos por el mercado estadounidense también han experimentado devaluaciones importantes.
Esta alza del dólar se debe a dos factores principales, en primer lugar existe la fuerte expectativa de que la Reserva Federal de Estados Unidos alzará las tasas de interés en sus bonos, una vez que la economía norteamericana está casi recuperada y ya no necesita los apoyos que se le dieron durante la crisis, como el prestar dinero a intereses de casi 0%. Esto hace que muchos capitales que estuvieron invertidos en otras partes del mundo regresen a Estados Unidos, pues las condiciones allá serán más atractivas. Por otro lado China, que había sido el gran motor de las economías emergentes, está mostrando serias señales de desaceleración, lo que hace que invertir en ese país, o en aquellos que se han beneficiado de su crecimiento, pierda su atractivo. Por lo tanto, muchas inversiones abandonan las economías en desarrollo para regresar a la estabilidad que proporciona comprar bonos norteamericanos.
Una vez sabiendo que la presente devaluación del peso no es culpa de México, y que nuestro banco central está bien preparado para sortearla, podemos descansar tranquilos sabiendo que esto no presagia una crisis importante, sino que es producto de los flujos internacionales de divisas. Lo único triste es que habrá que habrá que posponer cualquier viaje de shopping a San Antonio para una mejor ocasión.
Economía
7º Semestre
Twitter:@Rau1Vergara
Excelente columna, dudosa conclusión y muy desafortunado comentario final.
ResponderEliminarPues a mi me tranquiliza bastante, está muy claro. Gracias Raúl por el artículo.
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