En
los últimos meses se ha hecho evidente un fenómeno político peculiar en varias
democracias del mundo, esto es la creciente importancia que han tomado figuras
políticas heterodoxas, tales como Donald Trump y Bernie Sanders en Estados
Unidos, Pablo Iglesias en España, Marine LePen en Francia, Jeremy Corbyn en
Reino Unido, Alexis Tsipras en Grecia, así como el nuevo surgimiento de Andrés
Manuel López Obrador en nuestro país tras colocar a su partido como primera
fuerza política del Distrito Federal. Todos estos líderes vienen de distintas
corrientes ideológicas pero tienen en común el presentarse como opositores al establishment y basar su popularidad en
ofrecer al electorado soluciones fáciles a problemas complejos, utilizar un
discurso de buenos contra malos, culpabilizar de una serie de problemas a un
enemigo visible, y sobre todo proponer medidas de dudosa viabilidad y
responsabilidad. Por todo ello, a este conjunto de políticos se les conoce con
el adjetivo de “populistas”.
Un
populista se distingue en por decir a los votantes lo que éstos quieren
escuchar, basando su discurso en temas de gran contenido emotivo y aprovechando
el coraje que la población siente en algunos tópicos, sean cuales sean. Por
ejemplo, Trump y LePen aprovechan el miedo de grandes sectores de sus
sociedades que creen que la esencia de su país se está perdiendo a manos del
gran número de inmigrantes que ha llegado en los últimos años, para ello ofrecen
un discurso nacionalista, presentando a los extranjeros como indeseables que
vienen a delinquir o en el mejor de los casos, a quitarle su trabajo a los
nativos. Para Tsipras y su partido Syriza, Grecia está sumida en una crisis de
deuda no por el manejo irresponsable de las finanzas públicas, sino por la
codicia de los dirigentes de la Unión Europea, de modo que su discurso giró en
torno a que el país podría recuperarse si tan sólo tuviera un líder que hiciera
frente a los tecnócratas que los sumieron en la pobreza. Sin embargo, las
propuestas de estos personajes suelen ser vagas o poco viables: Donald Trump ha
prometido que los más de 11 millones de indocumentados en Estados Unidos serán
deportados en poco tiempo, cuando en realidad para ello sería necesario un enorme
despliegue militar y consecuentes violaciones a los derechos humanos que harían
del proyecto algo prácticamente imposible de realizarse en un país como EEUU.
En el caso de AMLO, recalcado en repetidas ocasiones que el recortar los
sueldos de funcionarios daría los recursos suficientes para financiar programas
sociales tales como la pensión universal; cuando en realidad sólo es una forma
de ofrecer algo que suena bien sin tomar en cuenta que el monto de los sueldos
de altos funcionarios es minúsculo en proporción con el gasto necesario para
los programas que él propone.
Para
entender el auge reciente de estos movimientos, debemos ver que gran parte de
ellos son el equivalente a los “productos milagro” que venden en televisión:
una forma en que las personas frustradas porque los medios convencionales no
han dado los resultados deseados puede probar con nuevas alternativas que
prometen soluciones espectaculares. Tras la enorme crisis financiera de finales
de la década pasada, la recuperación económica ha sido lenta y muchas personas
viven peor que hace seis o siete años. Aunado a eso, la economía moderna da una
gran recompensa a las personas que tienen mayor educación y capacidades,
mientras que los trabajadores menos cualificados (que son la mayoría) tienen menor
estabilidad laboral y prestaciones de las que contaban antes. En varios
países,(sobre todo los europeos), se forjó durante décadas un consenso político
liberal donde conservadores y socialdemócratas alternaban el poder con
plataformas que diferían en ciertos aspectos pero con una base similar que
fomentaba la apertura al exterior y la economía de mercado. Sin embargo, ahora
que las condiciones económicas de mucha gente han cambiado, los votantes
perciben una brecha entre su realidad y el discurso de los partidos
tradicionales, por lo que buscan opciones novedosas lo que da pie al
fortalecimiento del nuevo populismo.
Este
fenómeno es preocupante, porque aunque la población tenga razones válidas de
hartazgo, el crecimiento de opciones políticas heterodoxas que basan su
popularidad en propuestas de manejo económico irresponsable o en la incitación
al tribalismo racial no representa una solución deseable para los problemas
actuales. Más bien es necesario que los partidos que, a pesar de sus errores
basan su plataforma en un enfoque realista y más responsable a los problemas, busque
soluciones a las inquietudes de la sociedad, y haga saber a los ciudadanos qué
tipo de medidas son factibles en el mundo real y cuáles no.
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